lunes, 3 de septiembre de 2012

La clase


Aunque a primera impresión lo parezca, con mis piernas cruzadas bajo el pupitre y mis ojos distraídos yendo del profesor al pizarrón y luego hacia la ventana, yo no estoy en esta clase. Me he alejado de ella desde el momento en que traspuse el umbral y me senté en el lugar acostumbrado. La primera impresión, al igual que las demás, es siempre mentirosa.
Mis compañeros tampoco están en esta clase. Aunque parecieran hallarse tomando notas sobre la toma de Constantinopla por los turcos, atentos y con el seño fruncido, a mí no me engañan. Yo los conozco muy bien y sé que ninguno de ellos está aquí.
El profesor tampoco está en esta clase. Habla sin la rutina a la que nos tiene acostumbrados. Habla con pasión, con énfasis. Con demasiado énfasis. Como si verdaderamente le interesara la toma de Constantinopla. Como si su forzada exageración pudiera ser capaz de convencernos de que sí, es cierto, él está aquí. Al contrario, el énfasis, la exageración son las pruebas más convincentes de que él no está aquí.
Este salón está vacío y en él ronda ese olor a muerte que posee toda ausencia.

Edmundo Paz Soldán
Desencuentros
(2004) Alfaguara. Miami

Medio día de mala suerte


Luis no era nada, no valía nada. Y para colmo era el hombre con más mala suerte del mundo. Subió un escalón para ver cómo se veía la gente veinte pisos abajo: se mareó. Pero suicidarse era de cobardes y él no se consideraba ningún cobarde: bajó la cornisa. Por otro lado, para suicidarse había que tener huevos, y Luis sí que tenía huevos: subió la cornisa. Y después bajó. Y luego subió otra vez. Porque, además de todo, Luis también era inseguro. Subió y bajó durante todo el día.
Al anochecer se sintió exhausto pero feliz, vivo. Por primera vez experimentaba la gratificante sensación de haber hecho algo útil con su cuerpo. Corriendo y silbando bajó quince pisos por escalera. Un vecino casi no lo reconoció. Eufórico, entró en su casa, se quitó la ropa transpirada y, deseoso de brindar consigo mismo, con el nuevo Luis, fue a la heladera en busca de algo fresco.
La abrió descalzo.

Santiago Álvarez
En frasco chico: antología de microrrelatos
Selección: Silvia Delucchi y Noemí Pendzik
(2005) Colihue. Buenos Aires