Aunque
a primera impresión lo parezca, con mis piernas cruzadas bajo el pupitre y mis
ojos distraídos yendo del profesor al pizarrón y luego hacia la ventana, yo no
estoy en esta clase. Me he alejado de ella desde el momento en que traspuse el umbral
y me senté en el lugar acostumbrado. La primera impresión, al igual que las
demás, es siempre mentirosa.
Mis
compañeros tampoco están en esta clase. Aunque parecieran hallarse tomando
notas sobre la toma de Constantinopla por los turcos, atentos y con el seño
fruncido, a mí no me engañan. Yo los conozco muy bien y sé que ninguno de ellos
está aquí.
El
profesor tampoco está en esta clase. Habla sin la rutina a la que nos tiene
acostumbrados. Habla con pasión, con énfasis. Con demasiado énfasis. Como si
verdaderamente le interesara la toma de Constantinopla. Como si su forzada
exageración pudiera ser capaz de convencernos de que sí, es cierto, él está
aquí. Al contrario, el énfasis, la exageración son las pruebas más convincentes
de que él no está aquí.
Este
salón está vacío y en él ronda ese olor a muerte que posee toda ausencia.
Edmundo
Paz Soldán
Desencuentros
(2004)
Alfaguara. Miami