Luis
no era nada, no valía nada. Y para colmo era el hombre con más mala suerte del
mundo. Subió un escalón para ver cómo se veía la gente veinte pisos abajo: se
mareó. Pero suicidarse era de cobardes y él no se consideraba ningún cobarde:
bajó la cornisa. Por otro lado, para suicidarse había que tener huevos, y Luis
sí que tenía huevos: subió la cornisa. Y después bajó. Y luego subió otra vez.
Porque, además de todo, Luis también era inseguro. Subió y bajó durante todo el
día.
Al
anochecer se sintió exhausto pero feliz, vivo. Por primera vez experimentaba la
gratificante sensación de haber hecho algo útil con su cuerpo. Corriendo y
silbando bajó quince pisos por escalera. Un vecino casi no lo reconoció.
Eufórico, entró en su casa, se quitó la ropa transpirada y, deseoso de brindar
consigo mismo, con el nuevo Luis, fue a la heladera en busca de algo fresco.
La
abrió descalzo.
Santiago
Álvarez
En frasco chico: antología de
microrrelatos
Selección:
Silvia Delucchi y Noemí Pendzik
(2005)
Colihue. Buenos Aires